domingo, 11 de noviembre de 2007

HORACIO QUIROGA, a setenta años de su muerte

En febrero de este año se cumplió el 70 aniversario de la muerte del escritor uruguayo Horacio Quiroga, nacido en Salto en 1878 y muerto en Buenos Aires en 1937.
Por una parte, Quiroga constituye una de las cumbres del cuento latinoamericano contemporáneo, género en el cual puede considerarse un maestro, no sólo por la calidad de sus escritos sino por su aporte a la teoría del género, sintetizado en su famoso Decálogo del perfecto cuentista, publicado en la revista Babel el 6 de enero de 1928.
Por otra parte renovó la narrativa rioplatense, alejándose del relato histórico y costumbrista para abordar las vertientes de lo fantástico y lo extraño, enmarcados en el paisaje alucinante de la selva misionera del nordeste argentino, en la cual vivió la última parte de su vida. Ese paisaje es, en sus cuentos, el escenario de la lucha, generalmente violenta, entre el hombre y la naturaleza, que en sus alternativas incluye la tragedia, el horror y los finales sorpresivos. Trágica fue su vida debido a la pérdida de sus seres más cercanos, por la muerte o el alejamiento voluntarios. Su existencia concluyó en el suicidio, resolución adoptada ante una enfermedad incurable.







Reconstrucción exacta de la primera casa de Quiroga en San Ignacio. La original fue destruida por los aborígenes.


Los Cuentos de la Selva, obra escrita para sus hijos, representan uno de los clásicos de la literatura para niños. Algunos de sus relatos no escapan a la idea, propia de su época, de que la literatura para niños debe de tener alguna enseñanza positiva, tal el caso de La gama ciega y de La abeja haragana. No obstante en la mayoría de sus relatos lo que se plantea es el conflicto entre las fuerzas de la naturaleza y, en algunos de ellos, la lucha entre ésta y el hombre. Es interesante reparar en un detalle, que da a sus cuentos un encanto especial: el punto de vista elegido es siempre el del animal. Y en más de una ocasión el animal que oficia de héroe, como Anaconda, o la Tortuga Gigante, o las rayas de El paso del Yabebirí, ven con piedad al hombre en desgracia, sobre todo si ha sabido ser bondadoso con ellos.
Los cuentos de Quiroga destinados a los niños les enseñan la dureza, junto con la magnificencia de la vida, en la frontera entre la naturaleza virgen y el mundo domesticado por los hombres. Esa naturaleza se alza como un desafío, como un espacio para la aventura, pero un espacio que ha de respetarse si se quiere sobrevivir.

Para leer los Cuentos de la Selva ir a:
http://www.bibliotecasvirtuales.com/biblioteca/LiteraturaLatinoamericana/quiroga/cuentosdelaselva.asp

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