domingo, 14 de marzo de 2010

RECORDANDO A LOUISA MAY ALCOTT

Louisa May Alcott fallecía el 6 de marzo de 1888 en Boston, Massachusetts dejando una vasta obra narrativa que terminó de publicarse después de su muerte (Un moderno Mefistófeles y Un susurro en la oscuridad).
Las novelas que le valieron mayor fama y perduración, pertenecen al campo de la literatura para niños, son las que componen la saga de la familia March, encabezada por Mujercitas (1868) y seguida de Hombrecitos (1871) y Los muchachos de Jo (1886). La mayoría de sus volúmenes posteriores, como Una chica a la antigua (1870), La bolsa de retazos de la tía Jo (6 vols., 1871-1879), Rosa floreciendo (1876), y otros, siguieron la línea de Mujercitas, de la cual un nutrido público leal a la autora nunca se cansó. Aquellas tres novelas giran en torno a Jo, personaje que funciona como alter ego de la autora, y a su familia: Mujercitas es un relato semiautobiográfico que recupera su infancia junto a sus hermanas en Concord, Massachusetts, lleno de un fresco humor y realismo, pero sobre todo de un bello romanticismo ligado a la naturaleza y a los valores tradicionales del hogar. En ella se refleja la influencia no sólo de la familia, sino de algunos amigos que contribuyeron a su formación en su infancia y juventud, como Nathaniel Awthorne, Henry David Thoreau, Theodore Parker, Margaret Fuller o Ralph Waldo Emerson. Hombrecitos aborda de manera parecida el carácter y la forma de ser de sus sobrinos, en Orchard House, Concord, Massachusetts. Y Los muchachos de Jo cierra la zaga.
La problemática educativa que atraviesa estas novelas, heredada en parte de la literatura pedagógica inglesa y alemana, tiene también la influencia del hogar regido por su padre, escritor y pedagogo, que ejerció como superintendente de las escuelas de Concord y profesó las ideas trascendentalistas, que Louisa compartió y reflejó en su obra. Compartió también las inquietudes de su madre por los derechos femeninos; trabajó por un período breve, pero significativo, como enfermera, y recibió su primer reconocimiento crítico, precisamente, por Escenas de la vida de un hospital (1863), en la que revela su agudo poder de observación su habilidad para la crónica y un sano humor.
Publicó bajo el seudónimo de A. M. Barnard, novelas y cuentos apasionados y fogosos, catalogados en la era victoriana como “relatos melodramáticos”, que por su excelente escritura obtuvieron un importante éxito comercial y aún se leen con interés.Pero nada de su obra puede compararse con el abrumador éxito que obtuvo Mujercitas, obra que le valió integrar la galería de los clásicos y que trascendió a otras formas expresivas como el cine.
La versión de Mujercitas de 1049
Si bien Hombrecitos y Los muchachos de Jo fueron llevadas a la pantalla, son más recordadas las versiones de Mujercitas: en 1917, Alexander Butler filmó una versión para el cine mudo; le siguió en 1918 una adaptación de Harley Knoles, con Dorothy Bernard, Isabel Lamon, Florence Flynn y Lillian Hall. En 1933 George Cukor dirigió a Katherin Hepburn en el papel de Jo, acompañada por Joan Bennett, Frances Dee, Paul Lukas, Jean Parker y Spring Byington. La más reconocida en la etapa del blanco y negro, fue la versión de Mervin LeRoy (1949), protagonizada por June Allyson, Margaret O'Brien, Peter Lawford, Janet Leigh, Elizabeth Taylor, Mary Astor y Rossano Brazzi. En 1994, Gillian Armstrong dirigió una superproducción con Winona Ryder, Gabriel Byrne, Trini Alvarado, Kristen Dunst, Christian Bale, Eric Stolts, Susan Sarandon y, Samantha Matis y Claire Danes.
Escena de la versión de 1994.

Esas mujercitas resumen en sus gestos y palabras el sentido común y espíritu crítico de una época que ha perdurado gracias a la pluma de Alcott y aún hoy podemos actualizar por medio de la lectura placentera.
Jo anticipa un modelo de mujer más vinculado a nuestra época, alcanzado después de arduas luchas reivindicativas.
"Hay un libro en el que creí ver reflejado mi futuro: Mujercitas, de Louisa May Alcott... Yo quería a toda costa ser Jo, la intelectual. Compartía con ella el rechazo a las tareas domésticas y el amor por los libros, Jo escribía, y para imitarla empecé mis primeros cuentos cortos", confiesa Simone de Beauvoir.

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