martes, 2 de marzo de 2010

RECORDANDO A RAFAEL POMBO


El 5 de marzo de 1912, se despedía de este mundo Rafael Pombo, representante fundamental de la poesía romántica colombiana, nacido en Bogotá en 1833 de una familia aristocrática cuyos miembros tuvieron actuación relevante en la política, la diplomacia y las letras.
Estudió en el Seminario y posteriormente matemáticas e ingeniería en el Colegio Militar.
Desde niño cultivó la poesía y en 1852 fundó La Siesta, órgano literario de inclinación romántica, en compañía del escritor José María Vergara.
A partir de 1855 se radicó en Nueva York, como secretario de la legación colombiana en esa ciudad. Su relación con personalidades de la intelectualidad como Longfellow y Bryant, su inmersión en una cultura y un idioma de sonoridades diferentes, tal vez fue lo que dio un giro universal a su obra, que por entonces alcanzó la plenitud. Tradujo por ese entonces a poetas ingleses, franceses y alemanes, y sus llamados Cuentos pintados se publicaron por primera vez en esa ciudad.
Pero tal vez su recuerdo más perdurable en la memoria popular de América sean sus escritos para niños. En ellos, a pesar de un lenguaje y una sintaxis poética que revela el paso de los años, sigue vivo y fresco un humor que encanta y que rescata a estos poemas para la lectura y la escucha de los niños de hoy. A modo de ejemplo, reproducimos dos de ellos.

LA MARRANA PERIPUESTA

Viénele a un mono la chusca idea

De ornar con flores a una marrana,

Y ella al mirarse ya tan galana,

Envanecida se contonea.

Y a cuantos mira grúñeles: ¡ea!

¡paso a la venus! ¡todos atrás!

¡ah! dijo el zorro: siempre eres fea;

pero adornada: ¡mil veces más!

LA POBRE VIEJECITA

Érase una viejecita

Sin nadita que comer

Sino carnes, frutas, dulces,

Tortas, huevos, pan y pez

Bebía caldo, chocolate,

Leche, vino, té y café,

Y la pobre no encontraba

Qué comer ni qué beber.

Y esta vieja no tenía

Ni un ranchito en que vivir

Fuera de una casa grande

Con su huerta y su jardín

Nadie, nadie la cuidaba

Sino Andrés y Juan Gil

Y ocho criados y dos pajes

De librea y corbatín

Nunca tuvo en qué sentarse

Sino sillas y sofás

Con banquitos y cojines

Y resorte al espaldar

Ni otra cama que una grande

Más dorada que un altar,

Con colchón de blanda pluma,

Mucha seda y mucho olán.

Y esta pobre viejecita

Cada año, hasta su fin,

Tuvo un año más de vieja

Y uno menos que vivir

Y al mirarse en el espejo

La espantaba siempre allí

Otra vieja de antiparras,

Papalina y peluquín.

Y esta pobre viejecita

No tenía que vestir

Sino trajes de mil cortes

Y de telas mil y mil.

Y a no ser por sus zapatos,

Chanclas, botas y escarpín,

Descalcita por el suelo

Anduviera la infeliz

Apetito nunca tuvo

Acabando de comer,

Ni gozó salud completa

Cuando no se hallaba bien

Se murió del mal de arrugas,

Ya encorvada como un tres,

Y jamás volvió a quejarse

Ni de hambre ni de sed.

Y esta pobre viejecita

Al morir no dejó más

Que onzas, joyas, tierras, casas,

Ocho gatos y un turpial

Duerma en paz, y Dios permita

Que logremos disfrutar

Las pobrezas de esa pobre

Y morir del mismo mal .

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Rafael Pombo

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