Nos motiva a recordar a Perrault, su breve herencia de cuentos, inaugurales del género de las hadas, que tanta influencia han tenido sobre la infancia y su literatura. Ni siquiera el conjunto completo de sus relatos sino sólo algunos, como Pulgarcito, Caperucita Roja, Cenicienta o El zapatito de cristal, El Gato con Botas, La Bella Durmiente del Bosque, o Barba Azul y especialmente algunos de ellos, han bastado para darle una fama sólo igualada por los prolíficos Hermanos Grimm o Hans Christian Andersen, a quienes precedió en la creación de un ámbito literario especializado en la infancia, aun cuando esa no haya sido su intención.
Posiblemente desde su perspectiva de abogado, cortesano y literato protegido del Rey y de algún personaje influyente, como Colbert, no haya considerado estos cuentos sino como una obra menor, de pasatiempo, en contraste con la literatura de circunstancias que cultivó y que le ganó un sitial en la Academia Francesa, de la que llegó a ser Canciller. Pero frente a los sitiales de privilegio que ganó por sus habilidades como cortesano fiel a los poderosos de su tiempo, algunos e los cuales fue perdiendo por cuestiones circunstanciales o por enrolarse en la defensa de los Modernos y de la cultura francesa contemporánea frente al prestigio consolidado de los Antiguos grecolatinos, estos sencillos relatos populares son los que le ganaron el sitial que ocupa entre los grandes de la literatura para la infancia.
¿Cuál ha sido su mérito en este terreno? Tal vez el haber llegado temprano y el haber sido sensible a la literatura popular en un contexto de oropel, lujo, extravagancia y refinamiento como fue la corte versallesca de Luis XIV. Pero seguramente el haber dado forma literaria de calidad a los relatos orales escuchados de la boca del pueblo o tomados de una incipiente tradición literaria que ya los había recogido.
Dice Marc Soriano, quien ha estudiado detenidamente estos relatos:
“Una adaptación que es a la vez fiel e infiel al folklore; conserva lo esencial de los temas, los motivos y los rasgos tradicionales, pero, al mismo tiempo, es extrañamente personal. Parece guiada, de una manera a la vez ciega y certera, por ciertas preocupaciones profundas que dan al conjunto ese tono tan particular que tiene, mezcla de emoción y de ironía, de humor y de terror”. (Soriano, 1975)
Lo cierto es que los Cuentos de Antaño, que tal fue el título de la colección, conocidos también como Los cuentos de mamá Oca, debido a la ilustración de su portada, tuvieron una difusión y una perduración insospechada, llegando en algunos casos a retornar al torrente perenne de la oralidad en un proceso renovado de folklorización que no muchas obras han alcanzado.
Si tuviéramos que enunciar algunas cuestiones que importan respecto de esta obra y de los estudios que sobre ella se han realizado, rescataremos, en primer lugar, los otros títulos menos recordados, que forman parte de la colección: Riquete el del copete, Las hadas. A ellos se deben agregar los cuentos en verso, publicados separadamente y luego adosados a Los cuentos de antaño en posteriores ediciones. Ellos son Piel de Asno, Los deseos ridículos y Grisélidis.
Una cuestión sobre la que se ha especulado largamente es sobre la autoría real de estos relatos, ya que la publicación original fue realizada bajo el nombre del hijo de Charles Perrault, Pierre Darmancourt.
Soriano plantea la cuestión y una posible respuesta, aunque la duda permanece :
"¿Perrault? ¿Darmancourt?
Esos cuentos son simples y encantadores. Sólo un niño puede aproximarse hasta tal punto a la sencillez popular.
¡Ilusión óptica! Esta sencillez es la cima del arte. Se ve allí la huella de un maestro". (Soriano, 1975)
Paul Delarrue, a mediados del siglo XX, supuso que estos cuentos fueron producto del trabajo en equipo conformado por Darmancourt, Mlle. Lhéritier, sobrina de Perrault y reconocida autora de cuentos de hadas, y Charles, como director del conjunto, responsable de la selección y autor de las moralejas versificadas Esta teoría parece verosímil a Roser Ros i Vilanova en su artículo A los “Cuentos de antaño” (1996).
Otra cuestión interesante que plantea Soriano, la cual abogaría en favor de la paternidad de Perrault, es en hecho de que varios de los cuentos presentan el motivo de los hermanos, gemelos o figuras equivalentes. Tal el caso de Las hadas, Riquete el del Copete, los hermanos de la heroína en Barba Azul, los hermanos del héroe en El gato con botas, los hermanos de Pulgarcito, en fin, esas figuras que en cierto sentido compiten por el amor paterno o materno y en las que resuena el recuerdo del hermano gemelo de Charles, muerto tempranamente, figura ambigua y contradictoria para el autor.
Posiblemente desde su perspectiva de abogado, cortesano y literato protegido del Rey y de algún personaje influyente, como Colbert, no haya considerado estos cuentos sino como una obra menor, de pasatiempo, en contraste con la literatura de circunstancias que cultivó y que le ganó un sitial en la Academia Francesa, de la que llegó a ser Canciller. Pero frente a los sitiales de privilegio que ganó por sus habilidades como cortesano fiel a los poderosos de su tiempo, algunos e los cuales fue perdiendo por cuestiones circunstanciales o por enrolarse en la defensa de los Modernos y de la cultura francesa contemporánea frente al prestigio consolidado de los Antiguos grecolatinos, estos sencillos relatos populares son los que le ganaron el sitial que ocupa entre los grandes de la literatura para la infancia.
¿Cuál ha sido su mérito en este terreno? Tal vez el haber llegado temprano y el haber sido sensible a la literatura popular en un contexto de oropel, lujo, extravagancia y refinamiento como fue la corte versallesca de Luis XIV. Pero seguramente el haber dado forma literaria de calidad a los relatos orales escuchados de la boca del pueblo o tomados de una incipiente tradición literaria que ya los había recogido.
Dice Marc Soriano, quien ha estudiado detenidamente estos relatos:
“Una adaptación que es a la vez fiel e infiel al folklore; conserva lo esencial de los temas, los motivos y los rasgos tradicionales, pero, al mismo tiempo, es extrañamente personal. Parece guiada, de una manera a la vez ciega y certera, por ciertas preocupaciones profundas que dan al conjunto ese tono tan particular que tiene, mezcla de emoción y de ironía, de humor y de terror”. (Soriano, 1975)
Lo cierto es que los Cuentos de Antaño, que tal fue el título de la colección, conocidos también como Los cuentos de mamá Oca, debido a la ilustración de su portada, tuvieron una difusión y una perduración insospechada, llegando en algunos casos a retornar al torrente perenne de la oralidad en un proceso renovado de folklorización que no muchas obras han alcanzado.
Si tuviéramos que enunciar algunas cuestiones que importan respecto de esta obra y de los estudios que sobre ella se han realizado, rescataremos, en primer lugar, los otros títulos menos recordados, que forman parte de la colección: Riquete el del copete, Las hadas. A ellos se deben agregar los cuentos en verso, publicados separadamente y luego adosados a Los cuentos de antaño en posteriores ediciones. Ellos son Piel de Asno, Los deseos ridículos y Grisélidis.
Una cuestión sobre la que se ha especulado largamente es sobre la autoría real de estos relatos, ya que la publicación original fue realizada bajo el nombre del hijo de Charles Perrault, Pierre Darmancourt.
Soriano plantea la cuestión y una posible respuesta, aunque la duda permanece :
"¿Perrault? ¿Darmancourt?
Esos cuentos son simples y encantadores. Sólo un niño puede aproximarse hasta tal punto a la sencillez popular.
¡Ilusión óptica! Esta sencillez es la cima del arte. Se ve allí la huella de un maestro". (Soriano, 1975)
Paul Delarrue, a mediados del siglo XX, supuso que estos cuentos fueron producto del trabajo en equipo conformado por Darmancourt, Mlle. Lhéritier, sobrina de Perrault y reconocida autora de cuentos de hadas, y Charles, como director del conjunto, responsable de la selección y autor de las moralejas versificadas Esta teoría parece verosímil a Roser Ros i Vilanova en su artículo A los “Cuentos de antaño” (1996).
Otra cuestión interesante que plantea Soriano, la cual abogaría en favor de la paternidad de Perrault, es en hecho de que varios de los cuentos presentan el motivo de los hermanos, gemelos o figuras equivalentes. Tal el caso de Las hadas, Riquete el del Copete, los hermanos de la heroína en Barba Azul, los hermanos del héroe en El gato con botas, los hermanos de Pulgarcito, en fin, esas figuras que en cierto sentido compiten por el amor paterno o materno y en las que resuena el recuerdo del hermano gemelo de Charles, muerto tempranamente, figura ambigua y contradictoria para el autor.
Una cuestión no menor es la de la contradicción que supone la confesa oposición a la superstición por parte del escritor y el haberse permitido editar estos cuentos de magia. Sin embargo, Soriano señala el trabajo de expurgación de elementos mágicos y su sustitución por argumentos racionalistas. Tal el caso de la visita casual de los hermanos en el momento culminante en el que Barba Azul está por ejecutar a su esposa, en la versión de Perrault. En las versiones orales, la heroína tiene un pájaro mágico que habla y que es quien avisa a los hermanos del peligro que ella corre.
Y, finalmente, la discusión más relevante tal vez sea la referida a la pertinencia de estos cuentos como literatura para los niños. Psicopedagogos y docentes cuestionaron estos cuentos por tener contenidos “ajenos a los intereses infantiles”, rasgos de crueldad una visión tradicional de la mujer, vista a través del prisma machista; también por las soluciones mágicas de los conflictos. El psicólogo Bruno Bettelheim vino a poner un poco de equilibrio, al analizar estos cuentos desde la óptica del Psicoanálisis, si bien las versiones de Perrault no salen tan bien paradas como las de los Grimm, por ejemplo.
Pero más allá de los argumentos que puedan aportar los psicólogos y los pedagogos, estos cuentos siguen reclutando adeptos después de más de trescientos años de existencia, y no sólo a través de versiones mutiladas, adaptadas, corregidas, paródicas o “abuenadas”, sino de ediciones respetuosas del texto primigenio, como ocurrió en 2006 con la edición ilustrada por Leicia Gotlibowski de La Caperucita Roja, edición que figura entre Los Destacados de ALIJA.
BIBLIOGRAFÍA
Bettelheim, Bruno (1977) Psicoanálisis de los cuentos de hadas. Barcelona: Crítica.
Pascual, Emilio (1997). “Un cuentista en la corte del Rey Sol” en CLIJ. Cuadernos de Literatura Infantil y Juvenil, Año 10, Nº 99 Noviembre de 1997.Barcelona: Editorial Torre de Papel.
Perrault, Charles (1958). Cuentos de hadas y otras narraciones. Barcelona: Editorial Iberia.
Perrault, Charles y Gotlibowski, Leicia (2006). La Caperucita Roja. Buenos Aires: Ediciones del Eclipse.
Ros i Vilanova, Roser (1997). “A los «Cuentos de antaño»”, en CLIJ. Cuadernos de Literatura Infantil y Juvenil, Año 10, Nº 99 Noviembre de 1997.Barcelona: Editorial Torre de Papel.
Soriano, Marc (1995). La literatura para niños y jóvenes. Guía de Exploración de sus Grandes Temas. Buenos Aires: Ediciones Colihue.
Soriano, Marc (1975) Los cuentos de Perrault. Buenos Aires: Ed. Siglo XXI.
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