viernes, 2 de abril de 2010

A PROPÓSITO DE HANS CHISTIAN ANDERSEN (02/04/1805 - 04/08/1875)

Tuve una experiencia rica y gratificante con un grupo de adultos en un Taller de Lectura que coordino, al leerles dos cuentos memorables de Andersen: El patito feo y El abeto.

Debo consignar que al Taller asisten personas que provienen de experiencias vitales y formaciones diversas (docentes jubiladas, una administradora de empresa, dos jóvenes dedicados al terreno de las Ciencias Económicas, amas de casa con fuertes inquietudes en el terreno de la lectura y aún de la escritura, una especialista en biodanza…).

Sabían muy poco de Andersen y nunca habían leído estos cuentos (no, por lo menos, en su versión original).

Les impactó su riqueza verbal y los planteos que en ellos aparecen.

En El patito feo encontraron, fundamentalmente, dos temas fuertes: el de la discriminación y el de la identidad.

Este Patito no es igual a los otros, es feo y gordo, pero “…nada muy bien y es muy bueno…” dice su madre al principio, para rechazarlo después, como lo harán otros personajes: sus supuestos hermanos, los gansos, , el pavo, las gallinas, los patos salvajes. También lo rechazan la Vieja, el gato y la Gallina que vivían en una choza y que se creían más de la mitad del universo. No comprenden que el Patito añore su hábitat: el agua, porque ellos no lo necesitan.

El patito padece un invierno en una soledad y desamparo extremos (Andersen conocía esta situación muy bien). Descubre, más adelante, unas aves maravillosas: los cisnes. No las envidia, las admira.

Y, aún cuando alguien se apiada de él y lo salva de una muerte segura, un campesino que se lo lleva a su casa, todo le sale mal en ese ámbito y de nuevo debe irse.

Siempre el Patito peregrina, huye.

Cuando sobreviene la primavera y se enfrenta a un grupo de cisnes, ya no le importa que lo maten si son ellos los que lo hacen. Prefiere la muerte a manos de la belleza, pero, en ese momento descubre que él es un Cisne y resulta admirado y aceptado por todos.

Metáfora reveladora de Andersen este Patito.


Andersen , dinamarqués, nacido en Odense en 1805, muerto en 1875. Hijo de un familia pobrísima, pero con un padre que leía, le leía, le armaba juguetes y muñecos para su teatrito de títeres.

Andersen, que entrevio su salida al mundo a través del Arte y se posicionó desde él con gran esfuerzo.

Andersen, que a los 14 años se fue a Copenhague a probar suerte con el Teatro y fracasó muchas veces, pero no claudicó nunca. Peregrinó por esa ciudad con el sufrimiento del desarraigo de su querida Odense, con pobreza extrema, pero buscó denodadamente salir adelante, hasta que descubrió la escritura. Él, que hubiera querido ser bailarín, cantante, dramaturgo, novelista… triunfó por sus Cuentos para niños , en realidad, (y eso lo discutió el Grupo del Taller) cuentos para todos, de una calidad literaria pocas veces repetida en este terreno.

Andersen prefirió morir en un momento de su vida a volver a Odense derrotado, pero él era un Cisne (solitario, sin amor). Llenó su vida con el Arte, con la Literatura y logró triunfar.

Cuando leímos El abeto en el Taller también se produjo la sensación de sorpresa, de asombro, porque el tema más hondo de este cuento es absolutamente actual: el ser humano siempre está en busca de lo que no tiene y deja pasar su vida sin casi advertirla.

La historia de este abeto que crece serenamente en el bosque, que siempre desea algo más , algo que está por llegar, es lo que muchas veces les ocurre a los hombres.

El abeto desea ir a la ciudad, convertirse en uno de esos árboles que adornan las casas en Navidad… permanentemente sueña con un después más promisorio, mejor… y así , hasta el final de su vida.

Cuando el abeto ya ha logrado ser “árbol de Navidad” y queda arrumbado en un desván esperando, todavía “algo más”, sin saber que lo que sobrevendrá es su desaparición definitiva, unos ratoncitos le piden que cuente lo que vivió, y él lo hace minuciosamente. Ellos le dicen: “Cuántas cosas has visto… Qué feliz has sido”, pero él no se había dado cuenta y seguía ilusionado con lo que le acontecería.

Y el abeto acaba. Porque se le acaba la vida. Lo que anheló, lo tuvo, pero no lo advirtió.

Conversamos mucho en el Taller no sólo acerca de esta metáfora sutil y bella, sino sobre Andersen, un autor que vale la pena redescubrir, frecuentar leyendo sus humanos, por momentos dolorosos, pero hermosos relatos, los que pueblan su obra: Cuentos ara niños.

¿Para niños?

María Cristina Pepe

Nota:

Resulta interesante y reveladora su autobiografía: El cuento de mi vida. 1978. Barcelona. Ediciones del Cotal

No hay comentarios: